07 de Octubre del 2023
Hechos 1:8 “Recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El Señor Jesús, una vez resucitado, debía volver al Padre; ese era el programa diseñado; por lo que su resurrección cambiaría las cosas para siempre; para sus discípulos y sus futuros seguidores, incluyéndonos a nosotros, pues se cumpliría la promesa dada por el Señor: “Yo rogaré al Padre, y Él dará otro consolador, para que esté con ustedes para siempre”. Ahora Jesús estaría en cada uno de sus discípulos a través del Espíritu Santo. Ellos tendrían el poder para multiplicar lo que vieron hacer a su maestro; y sobre todo, para dar testimonio de lo que Jesús había hecho en sus propias vidas, siendo ahora sus testigos frente a familiares, vecinos y también con personas mucho más allá de las fronteras conocidas. Cuando el Señor llega a nuestras vidas resulta imposible que todo siga igual, nuestra vida toma sentido, nuestra esperanza renace, nuestra percepción de eternidad cobra sentido, y eso nos permite compartir nuestra experiencia relacional con su Espíritu con todos aquellos que también necesitan conocerle. Porque Jesús no llegó a nuestras vidas para atesorarlo sólo para nosotros.
Eterno Dios, muchas gracias por el maravilloso poder que nos entregas para vencer el temor y usarnos como instrumentos para llevar a muchos a las plantas de Cristo. Ayúdanos, Señor, a cumplir tu imperativo mandato, de provocar un interés espiritual con quienes nos rodean, sea nuestra familia, amigos o con quien tengamos la oportunidad de hablar de ti y ser testigos de tu gracia y autoridad.
Amados, amadas que la gracia del Señor nos permita seguir: “Creando Puentes” de compromiso con su mensaje.
Aplicación personal
Así como el Señor Jesús asumió el compromiso de ser el Redentor de nuestras vidas, ¿Comparte el mensaje de buenas nuevas de salvación con todos aquellos que le rodean?
La Biblia nos recuerda que el plan y el propósito eterno de Dios es tener muchos hijos que se parezcan a su Hijo Jesús.
Es un privilegio y una gran responsabilidad responder al amor, incondicional, que Dios nos ha entregado por medio de Jesucristo.
Que el Señor le bendiga. (José Mazurett)
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