30 de junio 2023
Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
En los viñedos, la labor del labrador, cuando ve en la vid sarmientos que no llevan fruto, los desgaja de la vid para que no estorben a los otros sarmientos que sí llevan fruto. Pero incluso estos sarmientos que llevan fruto son limpiados para que el fruto sea más abundante y mejor. Al comienzo de la primavera, la savia asciende por la planta y, brotan los pámpanos sobre los sarmientos desnudos. Los pámpanos siguen creciendo y salen las hojas y los embriones de las flores. Las flores son blancas y minúsculas, y dan pequeños frutos a fines de noviembre o en diciembre. Las uvas se desarrollan durante el verano, volviéndose negras o de un verde dorado según el caso. En su alegoría sobre la vid y los pámpanos, Jesús enseña que el propósito del Señor para los suyos es que sean fructíferos, así como la función de la vid es producir uvas. Muchas veces pensamos que ser fructífero significa -SOLO- ser exitoso en ganar personas para Cristo. El evangelismo es, sin duda, una parte muy importante de nuestro llamamiento cristiano. Pero si cotejamos a las Escrituras consigo mismas, las uvas en el viñedo de Dios eran la justicia y la rectitud, y en el Nuevo Testamento el fruto del Espíritu es la semejanza con Cristo.
¿Cuál es, entonces, el secreto de llevar fruto? El primer factor es la poda de la vid. Dios es un infatigable horticultor. Poda cada rama que lleva fruto para que pueda llevar más fruto. Esta poda es sin duda una escena de sufrimiento. A veces se deja un tocón, desnudo, rasgado, herido y mutilado; pero cuando regresan la primavera y el verano, hay mucho fruto. Es evidente que la cuchilla podadora tan dolorosa ha estado en buenas manos. El segundo secreto para ser fructífero es que las ramas ‘permanezcan’ en la vid. En esencia, ser cristiano es estar ‘en Cristo’, orgánicamente unido a Él. Permanecer en Cristo es mantener y desarrollar una relación que ya existe, una relación recíproca, ya que permanecemos en Cristo y Cristo en nosotros. Para que Cristo permanezca en nosotros debemos permitírselo, es decir, dejar que Él sea, nuestro Señor y Dador de vida.
Amados, amadas que la gracia del Señor nos permita seguir: “Creando Puentes” que nos hagan fructíferos.
Te propongo un Punto de reflexión
¿Cómo reacciona cuando Dios permite el sufrimiento en su vida?
¿Su vida refleja el fruto del Espíritu?
Que el Señor te bendiga (María Guerrero)
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