27 de noviembre 2023
1 Pedro 1:3 “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”
Nuestra esperanza como cristianos no solo se enfoca en nuestro futuro como individuos, es decir la resurrección de nuestro cuerpo, sino también en la renovación del universo. Cuando se escribieron estas promesas, había un ecosistema que funcionaba perfectamente, pero hoy cobra una relevancia extraordinaria, cuando miramos las condiciones actuales de nuestro planeta. A la vista del calentamiento global y de la amenaza del desastre ambiental, la profecía sobre un cielo nuevo y una tierra nueva, se justifica plenamente, cobra sentido y confirma la planificación de nuestro Creador con su omnisciencia.
La Escritura está atravesada por esa expectativa más amplia y material. La Biblia comienza con la creación del universo y termina en sus últimos capítulos con la creación de un nuevo universo. Y entre uno y otro, toda la contemplación del mundo desde un solo punto de vista, desde un ojo único que abarca todo el panorama, está cubierta por el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin.
La primera revelación explícita es la Palabra de Dios, en Isaías 65.17 dice: “Porque he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva. No habrá más memoria de las cosas primeras, ni vendrán más al pensamiento”. Después Jesús se refirió a la regeneración o palingenesia, que la Biblia BLP traduce como “la renovación de todas las cosas” (Mateo 19:28).
En el resto del Nuevo Testamento los tres principales escritores (Pablo, Pedro, y Juan) se refieren al mismo tema. Pablo dice que la creación entera será un día liberada de su esclavitud al sufrimiento y al deterioro (Romanos 8:18–25). Pedro profetiza que los cielos actuales serán remplazados por un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde habitarán la justicia y la paz (2 Pedro 3:7–13).
Finalmente, Juan escribe que tuvo la visión de ese remplazo, junto con la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios (Apocalipsis 21:1–2). Y en el mismo capítulo Juan escribe que los reyes de la Tierra y de las naciones traerán su gloria a la ciudad, aunque “No entrará en ella ninguna cosa inmunda” (Apocalipsis 21:27). Debemos ser cautelosos al interpretar esos versículos, pero parecen significar que la cultura humana no será destruida por completo sino que, una vez purgada de cualquier brizna de mal, será preservada en la hermosa y nueva Jerusalén.
Para resumir, así como en la resurrección del cuerpo, también en la renovación del universo no todo lo viejo será destruido sino transformado. Esa es nuestra esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo.
Amados, amadas que la gracia del Señor nos permita seguir: “Creando Puentes” de esperanza en una vida nueva.
Le propongo un Punto de reflexión
¿Siente incertidumbre cuando ve nuestro planeta contaminado, con especies de animales en extinción y pronósticos de no contar con agua?
En el cielo nuevo y la tierra nueva será eliminada cualquier separación que exista entre Dios y la humanidad. La gloria de Dios será completamente revelada y podremos verla con claridad. Nada nos impedirá experimentar plenamente a Dios.
Que el Señor le bendiga. (María Guerrero)
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